He escuchado y he leído las entrevistas hechas al nuevo ministro de Educación, el señor Martín Benavides. En ningún momento ha mencionado el concurso ni el nombramiento o ratificación de nuevos directores de colegios públicos, tampoco sobre la capacitación permanente de los docentes.

Dice que privilegiará- acorde con la práctica reactiva del gobierno- a cerrar las brechas de infraestructura debido al descuido y la precariedad de los locales escolares. Como su tiempo será corto trabajará, entonces, de acuerdo a la coyuntura y para la foto del momento. Su periodo- si es que no lo licencian-, apenas le alcanzará para calentar su sillón.

Pues el presidente Vizcarra desde que asumió el poder el 23 de marzo de 2018 ha cambiado de ministros más que Ricardo Gareca con jugadores suplentes. En el sector de Educación Martín Benavides es el tercero, después de Daniel Alfaro (que duró 11 meses y 9 días) y de Flor Pablo (-una buena ministra, que duró apenas 4 meses y 10 días). Al no existir continuidad en la gestión pública, entonces, los directores de UGEL y de los colegios quedan turulatos, como esos juguetes porfiados que no logran estabilizarse. 

Cuando se inicia un año escolar no solo los niños y adolescentes van al Colegio. No. Va toda la familia. Porque el proyecto de vida de un escolar conlleva (o debe conllevar) la expectativa y el compromiso de toda la familia. La familia entera (salvo la de los hogares disfuncionales, que son una regular mayoría en Perú) “asiste” al ámbito de socialización de la escuela, confiando en la calidad educativa que imparte, y en la capacidad de sus directores y profesores.

Cuando no hay acción comunicativa entre directivos, docentes, alumnos y padres de familia es cuando se produce un desacoplamiento entre el mundo sistémico educacional y el mundo de vida de los jóvenes, produciéndose entonces lo que hipócritamente llamamos “deserción escolar”, cuando lo que en verdad sucede es que es el sistema los expulsa a la calle, donde cunde las drogas, las tentaciones y las malas juntas: punto inicial para que un adolescente devenga en ladronzuelo, violador o sicario. Así estamos. El caso de la niña Camila de 4 añitos violada por un adolescente de 15 años es un ejemplo clamoroso y doloroso (desde enero a la fecha más de 460 niños/niñas ha sido violentados).

Hablando del rol preponderante de los directores de colegio, de acuerdo a una investigación sobre la “Socialización del niño en una cultura de violencia” (patrocinada por el ministerio de Educación y el Concytect ), existen tres tipos de directores, a juzgar por su actitudes y su ejercicio de autoridad: los democráticos, los anárquicos y los autoritarios: Los primeros se caracterizan porque propician la participación (delegando funciones) de todos los actores educativos (autoridades, personal administrativo, estudiantes, padres de familia, etc.); los anárquicos son desordenados , no tiene capacidad de gestión (no son líderes), dejan hacer de todo a todos, propician el caos; los autoritarios, son déspotas, concentran el poder, poseen- reproduciendo en sus colegas y alumnos- una personalidad impositiva con una voluntad posesional sobre los demás; dirigen el colegio imponiendo miedo para ser obedecidos, abusan, manipulan y marginan.

Desgraciadamente los directores democráticos son una especie en extinción. Los otros dos tipos abundan, cunden. Es más, los anárquicos y autoritarios son los más cundas, los más “sobones” y corruptos, viven autárquicamente, orgullosamente perpetuando su pensamiento arcaico.

Esta nefasta situación estructural es lo gravísimo en esta época grave en el Perú de hoy. De ahí que los supervisores e inspectores escolares, además de las APAFAS y la denuncia a través de los medios de comunicación y de las redes sociales tienen que constituirse en verdaderos fiscalizadores para borrar del mapa educacional la infección social de la cuádruple “A”: porque autoritarios, anárquicos, arcaicos y autárquicos, actúan como “virus” portadores de una cultura de violencia.

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