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CHOLO SOY

Luis Arista Montoya Desde la década de los años 40 del pasado siglo, la palabra cholo ha cobrado categoría de significación sociológica y lingüística

CHOLO SOY



29/09/17 - 07:05

Por: Luis Arista Montoya

Desde la década de los años 40 del pasado siglo, la palabra cholo ha cobrado categoría de significación sociológica y lingüística: sirve para designar  a quienes son mestizos (de la unión de blanco con india; de costeño con serrano). En realidad casi todo Perú es un país mestizo, cholo.

 Los campesinos y los nativos de la amazonia, por ejemplo, al mezclarse con gente blanca  se han cholificado. Este proceso de cholificación de la sociedad peruana se expresa básicamente en las grandes ciudades, en Lima debido a la migración interna, poblando las llamadas barriadas, pueblos jóvenes o asentamientos humanos (Este proceso antropológico y demográfico ha sido muy  bien estudiado por Aníbal Quijano y José Matos Mar).

 Algunos otros investigadores blancos (anticholos) consideran- con poco rigor científico- que  la chorificación de la sociedad costeña es producto del factor demográfico de   la cholificación, es decir, que los choros y achorados son unos “malditos cholos”. Una visión peyorativa y reduccionista, como si no hubieran también  blancos, negros, cobrizos, mulatos con tendencia   achorada y delictiva.

Lo dicho viene a propósito de una respuesta de Mario Vargas Llosa sobre el significado de la palabra “cholo” en una entrevista otorgada en el último número (Nro. 1607) de la Revista Somos del diario El Comercio. Sobre la dificultad para traducir la palabra “cholo” al inglés, Vargas Llosa  explica: “Es que es una palabra múltiple, de sentidos tan diversos en el Perú que puede ser un insulto o una expresión de cariño. Mi madre, por ejemplo, - acota el novelista- a mí me decía “Cholito”. Pero dicho por cierta persona, en cierto modo, con cierta entonación, “cholo” es un insulto. Por otra parte, hay gente que reivindica el ser cholo [choledad=identidad chola], los criollistas y nativistas por ejemplo; hubo toda una corriente literaria muy orgullosa de hacer literatura cholista”, termina diciendo  Vargas Llosa, que seguramente añoró su cariñoso “cholito” maternal  cuando como candidato a la presidencia en plena campaña electoral se tuvo que disfrazar  de cholo con poncho y chullo, bailando   un huayno al trote, trote; sacrificándose para captar votos de los pobres “cholitos”  

La del año noventa fue una campaña política muy racista: entre el “cholito (blanquito) y el “chinito”, con un resultado que ahondó odios y rencores, que hasta hoy en día dificultan el consenso político-social. Además, la choledad es un “ser en sí”, no  es  algo postizo, folklórico. 

Entonces, la palabra “cholo” tiene una significación bifronte: sirve para identificar en forma antropológica y cariñosa a una determinada persona mestiza; o sirve para insultar, sobre todo cuando va acompañada con palabras descalificadoras como: “cholo pendejo” “cholo bruto”, “cholo corrupto”“cholo de m…”, “chola fea”. Incluso, hay quienes cholean a casi todo el mundo todo el tiempo, exagerando un supuesto “cariño, cariño bonito”.

El primer cholo de Perú fue el primer historiador peruano mestizo Inca Garcilaso de la Vega Chimpu Ocllo (hijo de español y de india, Isabel chimpu Ocllo), tal como bien lo explica Luis Alberto Sánchez en su libro Garcilaso Inca dela Vega, Primer Criollo. Luego vinieron otros ilustres cholos: César Vallejo, José Carlos Mariátegui,  José María Arguedas, y tantos otros hombres paradigmáticos.

A nivel terrígena el término cholo está asociado a las palabras serrano, andino y campesino. Sobre estas gentes, espacios y paisajes los literatos indigenistas han dado buena cuenta en excelentes obras literarias. Los llamados críticos y escritores cosmopolitas los ningunean bajo el término peyorativo  de “provincianos”, localistas o nativistas. Seguir con estos calificativos en plena globalización/localizada o en plena localización/globalizada, huele a pedantismo racista.

A propósito recomiendo leer (o releer) el  magnífico manojo de cuentos llamado CHOLERIAS (1946), de Porfirio Meneses Lazón, escritor nacido en Huanta, Ayacucho;, con algunos de esos cuentos   ganó en 1947 el Primer Premio de Cuento-Juegos Florales de la Universidad Nacional de San Marcos; y más tarde, en 1965, el Premio Nacional “Ricardo Palma”, por los cuentos de “Solo un camino tiene el río”. Tuve la suerte de ser su amigo cuando trabajamos en la Universidad Nacional Federico Villarreal; porque conocí y gocé de su trayectoria es que colaboré a que el Ministerio de Educación le otorgara las Palmas Magisteriales en el Grado de Amauta, en el año 1989.

 Es más, ese cholo huantino  tradujo por vez primera al quechua  LOS HERALDOS NEGROS (Yana Kachapurikuna) del cholo-universal César Vallejo. “El pueblo quechua-hablante exige el respeto de sus esencias ancestrales. Posee una lengua hermosa, dúctil, amplia, y en ella debe recibir los bienes de la cultura de nuestro tiempo”, escribe Porfirio Meneses en su Introducción (1997).

Sabias palabras. Debemos tenerlas en cuenta ahora que tanto hablamos  de interculturalidad, y cuando el reconocimiento del concepto   de multiculturalidad ha devenido en simple bálsamo, sobre todo en boca racista de funcionarios y de políticos demagogos.
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*EDITORIAL. Radio Reina de la Selva. Lima 28 de setiembre de 2017. Luis Arista Montoya.

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