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JULIO COTLER, EL PESIMISTA SONRIENTE

Luis Alberto Arista Montoya* El Perú es un país enfermo ¿Enfermo de qué? “De enfermedad, pues”- parece una redundancia, pero no lo es- porque nuestro país va de tumbo en tumbo (pero no necesariamente hacia la tumba)

JULIO COTLER, EL PESIMISTA SONRIENTE



13/04/19 - 08:04

Luis Alberto Arista Montoya*

    El Perú es un país enfermo ¿Enfermo de qué? “De enfermedad, pues”- parece una redundancia, pero no lo es- porque nuestro país va de tumbo en tumbo (pero no necesariamente hacia la tumba): todos los días padece acontecimientos negativos, que civilizadamente pudieron evitarse si contásemos con un Estado garante, previsor.

     Es más, la grave crisis que padece tiende agravarse  más y más. Va en aumento la  fiebre elevando la temperatura  del “cuerpo de nación” que puede llegar a sufrir de parálisis o  a padecer de accesos repentinos de epilepsia
    Sigamos con la   metáfora médica. Una altísima fiebre es un mal síntoma; igualmente una subida de presión alta, tanto como una súbita bajada de presión. Una persistente fiebre (léase ira colectiva reprimida)- producto de varios males, achaques y manías- es síntoma de una o varias enfermedades.

     En síntesis: el Perú está enfermo de enfermedad. 

Enfermo de sí mismo. Es una enfermedad existencial (no sabe cuál es su mal, pero su gente siente cuál es, pero muchos saben que no lo saben, o no quieren saberlo (lo que agrava aún más la enfermedad); que no hay remedio alguno, que todo seguirá igual y, por tanto,  no tiene cura,  ya no les importa. El Perú está muermo. Ha sido atacado por la melancolía, una especie de  náusea existencial a causa del asco político y de la masiva incredulidad social: “No creo en nada ni en nadie, luego existo”, es posible que esa sea in pectore la frase de todos los peruanos y peruanas, aunque bailemos huaino, marinera, valse, cumbia, rock, reguetón o bolero.

    Entonces ¿Qué hacer? Nada. Nadie curará al Perú, pero felizmente no padece de una enfermedad terminal (aunque se hable del cáncer de la corrupción, o de la inmoralidad/amoralidad como sida social): pues, nuestro país está habitado por   gente estoica, resistente frente a la adversidad (por ejemplo: ante la corrupción generalizada de las cúpulas (no decir elites, por favor) de  la clase política y clase empresarial. 

   Es así que retorna el “principio esperanza”, la mínima confianza cada vez que hay elecciones, y así  el país se debate entre dos mitos: el mito de Adán (causado por los  que se creen el primer salvador) y el mito de Sísifo (el pueblo entero tratando de subir una y otra vez una inmensa roca hasta la cubre de una cerro, avanzando un paso pero retrocediendo tres  al mismo tiempo, como el cangrejo. El pueblo peruano tiene un  aguante estoico. ¡Pero mucho cuidado!
    Las notas precedentes han sido escritas en homenaje a Julio Cotler (1933-2019), uno de los sociólogos y antropólogos con que contaba Perú para enrumbar su destino histórico. Por sus crudas y racionales apreciaciones sobre el inestable presente y el incierto futuro peruano fue tipificado como un intelectual pesimista. Sí lo fue, pero un pesimista realista. Diríamos incluso, un pesimista sonriente porque siempre apostó por una moderna y estable democracia. El hombre es un animal que ríe o sonríe, y hace reír o sonreír a los demás. Los peruanos aprendimos y disfrutamos del   pesimismo irónico de Julio Cotler, quien  murió hace algunos días atrás a los 86 años.

   Es por eso, como homenaje a él/y su obraje más allá de loarlo hay que leerlo. He aquí un párrafo clave de su obra más importante “Clases, Estado y Nación en el Perú”, publicada en 1978 y reeditada varias veces. Leamos:

“En vez  de la diferenciación funcional de las instituciones públicas, que distingue a la sociedad civil de la política, propia de una estructura liberal- escribe Cotler siguiendo a Gramsci- , el Estado peruano se sustentó en las relaciones de  clientela que los diferentes grupos oligárquicos tenían establecidas tanto con las población subordinada como con el capital extranjero, dándole un carácter privado a la actividad pública [como lo venía haciendo Kuczynski]. Por otra parte, la extrema precariedad estatal explica la incapacidad del Estado para ejercer soberanía sobre el territorio internacionalmente proclamado. De ahí que la coacción, represión e inestabilidad política [como lo suscitado por el actual conflicto minero de las Bambas], ese ir y venir entre la parálisis y la epilepsia a la que hace referencia Jorge Basadre, sean rasgos distintivos de la vida política peruana”.

     Así dejó escrito Julio Cotler, a manera de  conclusión, en la página 389 de su clásico libro. Clásico porque siempre será consultado en un salón de clase. Palabras que interpelan  frente a la  muermitud y  precariedad del  actual Estado peruano.
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*EDITORIAL. Para Radio Reina de la Selva. Lima 11 de abril del 2019. Luis Alberto Arista Montoya.

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