06/09/19 - 05:04
Luis Alberto Arista montoya*
¿Cómo imaginar nuestra ciudad Chachapoyas? Imaginándola, pues. Invitamos hacer este ejercicio intuitivo e intelectivo, es provechoso. Pero hay que imaginarla en perspectiva de futuro: de cómo será (o cómo quisiéramos que fuese) el año 2038 cuando cumpla el V Centenario de fundación histórica.
Lo que sigue son algunas ideas sociales en torno a la situación postcolonial de Chachapoyas, que ahora está de cumpleaños.
Se trata de superar la visión pasadista que muchas veces nos ha conducido a una resignación tradicionalista; también superando la visión presentista de contentamiento y celebración efímera. Se trata de apuntar hacia el futuro, imaginando su desarrollo sostenible a partir de proyectos de gestión bien diseñados, útiles para el buen vivir de nosotros sus actuales habitantes, pero, sobre todo pensando en la posible felicitad de las futuras generaciones (de las que han nacido, están naciendo, y de las que han de nacer), que tienen el derecho de vivir en una ciudad tranquila y democrática, tal como la recibimos nosotros, cuando nuestros tatarabuelos, bisabuelos, abuelos y padres construyeron con abnegado trabajo una ciudad ordenada, limpia, pacífica, saneada, dentro de un contexto bucólico (que ahora denominamos medio ambiente ecológico). Es decir, una ciudad con ciudadanos de valores cívicos republicanos, como fue el sueño del viejo tribuno chachapoyano del Siglo XVIII, don Toribio Rodríguez de Mendoza (cuya biografía intelectual está inconclusa hasta el día de hoy)
Los chachapoyanos de nacimiento, tanto como los foráneos que residen en esta hermosa ciudad tenemos un inmediato deber sagrado que cumplir, ahora y siempre: debemos cuidarla, no destruirla, contribuir a la preservación de su Centro y Casco histórico, cuidar su patrimonio histórico-monumental, su patrimonio natural, y su patrimonio cultural vivo encarnado en el valor y valer de sus epónimos académicos y profesionales, de sus artesanas y artesanos, de los maestros de construcción de todos los oficios, de sus sabias cocineras y panaderas, de sus pequeños agricultores que proveen de productos a mercados y comedores urbanos. La Agricultura Familiar (de 9 hectáreas hacia abajo, por cada familia) es la despensa de las tushpas rurales y de los fogones urbanos. Esta es una de las fortalezas la región Amazonas, cuya capital Chachapoyas bordea la cifra de 35 mil habitantes. Ahora es una ciudad más densa. Y por el auge del turismo y los asedios de la modernidad también ha devenido en una ciudad tensa: con nuevos retos y nuevas expectativas.
Vivimos y tratamos de convivir en una vieja ciudad, cuya antigüedad es clase, pero aún con una modernidad inconclusa que muchas veces no se acopla con su abolengo y a veces no la respeta porque ciertos defensores del falso progreso buscan transfigurarla. Es vieja, pero no es una ciudad vieja achacosa ni tembleque. Se yergue orgullosa sobre un pasado histórico milenario. Pese a su antigüedad no es una ciudad avejentada, es que está imbricada dentro de un espacio/tiempo contemporáneo acorde con su carácter, abierta hacia el pasado, como hacia al futuro.
Es por eso que la restauración última de su Plaza Mayor y de la Plaza de la Independencia -utilizando diseños, materiales e ideas foráneas- ha indignado a la población, que ha reaccionado tardíamente, dicho sea de paso. Cuidar el Centro Histórico es cuidar el corazón de la ciudad que late al son de las pisadas motorizadas y peatonales que se desplazan cotidianamente por sus calles, pasajes y plazas, constituyendo las arterias y venas que alimentan al cuerpo de ciudad. Otro problema urbano es el aumento desmedido y codicioso del parque automotor: nuestro espacio urbano no soporta más autos particulares, taxis, motocicletas. Es más, sus habitantes (antiguos y nuevos) se están olvidando de caminar, de pasear mirando y conversando placenteramente, como en antaño. Ya no nos gusta ser ciudadanos de a pie, es decir, personas comunes y corrientes. Una insoportable cultura de la apariencia, de ostentación se está instalando en nuestro imaginario colectivo e individual. Otro problema álgido es la falta de rellenos sanitarios, porque la basura afea la ciudad y apesta el ambiente y afecta la salud, obligándonos a cerrar los ojos y tapar la nariz.
Sin embargo, tenemos un sueño: nos imaginamos, para cuando celebremos el Bicentenario de la Independencia del Perú, pasear a pie a lo largo del jirón El Triunfo que atraviesa casi toda la ciudadad desde las Pampas de Higos Urco hasta las faldas del Apu Luya Urco. Reconvertir esta ruta en jirón peatonal sería un homenaje tangible a los heroicos hombres que retornaron triunfalmente por él luego de expectorar a las huestes realistas el 7 de junio de 1821. De esa manera tendríamos dos jirones peatonales (Amazonas y El Triunfo) que facilitaría para que los turistas realicen un plácido City-Tour, sea de día o en la noche, conforme se hace en otros países).
Claro que para eso hace falta elaborar un Plan Maestro de la Ciudad, para que la ciudad no crezca caóticamente, para que no se contamine, para evitar su deterioro en aras de una falsa modernidad, para regularizar el tráfico. Ojalá que nunca se instalen tiendas de grandes supermercados. ¡Ojalá!. Crucemos los dedos y roguemos a la Mama Asunta. Que nuestra ciudad siga siendo el reino de las bodegas de barrio, de los amigables bazares; sin comercio ambulante.
Evitemos caer en el consumismo material propio de la sociedad de consumo: consumir por consumir, y producir para satisfacer lo que a la gente le gusta, acorde con la moda y la publicidad engañosa. Además, han hecho muy bien las autoridades en no permitir el servicio de moto-taxis (motonetas o cholo-taxis, como se dice racistamente en otras ciudades peruanas). Eso está muy bien. Es una de las fortalezas urbanas de nuestra ciudad, porque estos vehículos menores- denominados así por la PNP- cunden como “avisperos” apenas llegan a un lugar nuevo y promisorio.
Nuestra urbe debe seguir siendo una Ciudad-Morada: donde sigamos morando en paz y en forma digna, conviviendo con los demás. Una ciudad que se rija con valores cívicos y democráticos. Una ciudad republicana como escenario de respeto a la libertad y dignidad humanas; con espacios públicos compartidos solidariamente; con noches de buen teatro y salas de difusión de nuestro folklore, para que los turistas puedan pernoctar más días, recibiendo un buen trato, gozando de un sano esparcimiento.
Somos portadores de una cultura milenaria. Pues, entre la prehistoria de la Cultura Chachapoya, cien veces más larga -como diría Karl Jaspers- y la inmensidad del futuro se extienden los cinco mil años de historia visible para nosotros, un ínfimo trozo en la existencia humana que se prolonga hasta perderse de vista. La actual historia de los chachapoyanos (de los amazonenses en general) se mantiene abierta tanto hacia la prehistoria como hacia el futuro. Por ninguno de estos lados está conclusa, acabada, y no se puede obtener de ella una figura cerrada como una imagen integral que se sostiene por sí sola, en forma autárquica al margen de otras ciudades y de otras regiones. Tenemos que integrarnos en macrorregiones.
En medio de la historia- desde el Aquí/Ahora- nos encontramos nosotros y nuestro presente convulso y urgido (en pleno 5 de setiembre del 2019). Este presente no es nada si se pierde como mero presente en el angosto horizonte del día a día, tal como está sucediendo, desgraciadamente, en el Perú a nivel de país.
Este Editorial busca contribuir a elevar nuestra conciencia del presente histórico. Yendo más allá de la mera coyuntura política que muchas veces ensombrece con nubes grises nuestro horizonte vital. ¡FELIZ CUMPLEAÑOS MI LINDA TIERRRA!
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EDITORIAL. Para Radio Reina de la Selva. Lima 5 de setiembre del 2019. Luis Alberto Arista Montoya.