25/10/19 - 05:22
Luis Alberto Arista Montoya*
En su última columna “piedra de toque”, publicada el pasado día domingo en el diario La República de Perú, Mario Vargas Llosa cuenta de cómo durante su caminata matinal en un parque de Madrid, su memoria de un de repente fue asaltada por el recuerdo de unos versos del poeta nicaragüense Rubén Darío, que los había memorizado en su época juvenil.
Nuestro Premio Nobel- agotado por la investigación, escritura y la vorágine de presentaciones de su última novela “Tiempos recios” (publicada en España, octubre 2019, Editorial Alfaguara), sobre el dictador guatemalteco Johny Abbes García, salió a caminar para olvidarse de la situación, desestresarse y despojarse del asedio de sus “demonios internos” (y externos), y es ahí cuando las musas lo asaltaron (asalto a su sensibilidad más que a su razón). Pero el cerebro humano es maravilloso: solito se reconforta. Y para algunos casos caso, la poesía y la música clásica son un buen bálsamo.
Por nuestra parte intentamos una explicación apelando a lo que se denomina en filosofía como “razón anamnética”, que consiste en que la reproducción del mundo de la vida se explica fundamentalmente a través de la anamnesis, es decir, del recuerdo y de la rememorización intelectiva del individuo. (A este fenómeno los antiguos filósofos griegos lo denominaron reminiscencia).
Al Viejo y maduro novelista, súbitamente le vino a “visitar” el ánima del joven escritor universitario que había estudiado esmeradamente en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Es posible que tal deslumbramiento reminiscente fue para tonificar su cerebro mediante recuerdos de poesías que siempre le gustaron: las poesías de Rubén Darío- fundador de la literatura modernista hispanoamericana-, nacido el 18 de enero de 1867 y fallecido el 6 de febrero de 1916 (es decir, tres años antes que su amigo el escritor peruano Ricardo Palma, a quien admiró y vino a visitar cuando el autor de las Tradiciones Peruanas fue nombrado Director de la Biblioteca Nacional).
Un auténtico escritor siempre tiene un punto de partida, jamás un punto de llegada (ni con la muerte) porque su obra siempre se mantendrá abierta para ser leída perpetuamente por sucesivas generaciones, sea por placer estético o por haber devenido en objeto de saber, de investigación. El punto de partida del joven escritor Mario Vargas Llosa fue la lectura de poesía y el aprendizaje sobre la terca vocación literaria de Rubén Darío. Creemos que esa vivencia juvenil es la que afloró misteriosamente en pleno otoño de su vida creativa. Porque, literariamente, Mario no es un caminante, es una caminador.
“Yo soy aquel que ayer no más decía
el verso azul y la canción profana,
en cuya noche un ruiseñor había
que era alondra de luz por la mañana”.
“Potro sin freno se lanzó mi instinto,
mi juventud montó potro sin freno
iba embriagada y con puñal al cinto;
sino cayó, fue porque Dios es bueno”
Estos versos fueron algunos de los que asediaron la memoria de don Mario en aquella mañana madrileña; pertenecen al poemario “Cantos de Vida y Esperanza”, escritos por Rubén Darío en 1905; cuya vida/obra fue estudiada con ahínco por el joven escritor peruano.
Enlazamos esta nota con un recuerdo. Hace algún tiempo un librovejero (vendedor de libros antiguos) nos vendió una copia de la tesis del Bachillerato de Vargas Llosa, titulada Bases para una interpretación de Rubén Darío, presentada en 1958 por el joven Mario (quien tenía 22 años de edad) para optar el grado de Bachiller en Humanidades, en la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. La hipótesis de trabajo de esa investigación que tiene 169 páginas fue cómo Félix Rubén García Sarmiento llega a convertirse en el gran poeta Rubén Darío. En esta tesis compuesta por cinco capítulos, Vargas Llosa centra su atención en el complejo universo de Darío (biografía, lecturas y contexto) que configuraría luego su irrenunciable vocación de escritor, abriendo las trochas para la futura construcción de la modernidad literaria hispanoamericana.
Esta amada tesis juvenil ayuda a explicar el punto de partida, los “demonios internos” y el imparable galope del “potro” arequipeño.
En estos momentos que en Perú, tanto en las universidades públicas como en las privadas, han optado por otorgar el bachillerato automático (tan pronto el alumno termina sus estudios superiores), en desmedro de la tesis de investigación, resulta importante recordar la trascendencia de la tesis del Bachiller Mario Vargas Llosa, para cuya realización tuvo como asesores a sus maestros Raúl Porras Barrenechea, Luis Alberto Sánchez y Augusto Tamayo Vargas.
Fueron otros tiempos. Mejores, diferentes. Ahora, en cambio, la juventud universitaria está eligiendo el facilismo, banalizando su integral formación profesional.
_____
*EDITORIAL. Para Radio Reina de la Selva. Lima 25 de octubre de 2019. Luis Alberto Arista Montoya.