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Pastillita para el Alma 10 – 05 – 2020
Tanto te buscaba Dios misericordioso, en las urnas de los santos, que decoran las paredes de los templos. En la solemnidad sacrosanta de los tabernáculos; tal vez escondido en la soledad austera de las sacristÃas. Mirando al cielo en las noches estrelladas, junto a los astros tintineantes o a la pálida luz de la luna; tampoco estabas en el refulgente sol que brilla a medio dÃa, ni en la cumbre de los cerros, donde la neblina los cubre como chalina, ni en las profundidades de las quebradas ni en los causes de los rÃos caudalosos, que bramando rompen las rocas a su paso torrentoso.
Todos me decÃan que estás en todo sitio y en todo lugar.
Que te busque, en la dulce mirada de un niño, o de aquel pobre que extiende sus manos pidiendo una limosna, o sentado en el lecho de un enfermo que agoniza y exhala el último suspiro.
¡No te encontraba Dios mÃo, pero sabÃa que estabas presente, que me mirabas y te reÃas!
¡Tanta era mi ceguera! ¡Tanta era mi sordera! Que mis ojos ni mis oÃdos te sentÃan.
Crecà desde niño, entre rezos, plegarias y rosarios.
Fui monaguillo, acólito y ayudante en los campanarios.
Y Tú Dios bendito, en mis ojos de niño, no aparecÃas.
No sabÃa que estabas tan cerca, como una rosa a la que alcanzo estirando mis manos
CreÃa, estabas tan lejos, como el trueno que rompe el silencio y no sabes de donde viene.
Sin embargo, estabas ahÃ, Dios mÃo…., en la ternura de las caricias de una madre
En la dulzura de sus labios, cuando sonrÃe y dice tu nombre
En sus lágrimas y en el beso piadoso que calma tu hambre.
En los ruegos, con padre nuestros y ave marÃas, que alivian la fiebre.
Allà estás Señor, soberano y majestuoso, en el ente más maravilloso de tu hermosa formación.
No en la figura que hiciste de barro, sino en lo más preciado de tu inspiración
La única criatura, obra de tus divinas manos, que hace el milagro de la creación
En ella, la Mujer, en la que siendo Dios, escogiste, para venir, buscando nuestra salvación.
Por eso, en la tierra, ¡Mujer divina, adorada mujer!, eres de Dios, su personificación
Y cuando en estos momentos, en el que el mundo, se debate entre la vida y la muerte
Cuando cobardemente pensamos que ya estamos vencidos y perdimos el combate
Te pedimos a ti Padre Celestial, en la persona de nuestras Madres benditas
Que mires, a nuestros pueblos con ojos de misericordia
Porque son las desesperadas madres las que sufren y se agobian
Y en este segundo domingo de mayo, que hacemos un homenaje, a la joya más grande que nos trajo a este mundo, escucha sus súplicas y sus plegarias, porque asà como sufrió Tu Madre, la Virgen SantÃsima, en tu Pasión y Muerte, sufren nuestras madres, las que están con nosotros en la tierra o las que de lejos nos miran desde el cielo
Y a ustedes, mujeres maravillosas, las que trajeron un hijo en sus entrañas, o con amor cuidaron a un sobrino, un hermano, o a un padre o al hombre que les dio cariño, reciban en este sacrosanto DÃa, nuestro saludo y admiración y nuestra eterna gratitud, que es infinitamente nada a todo el amor que nos dieron al traernos, con dolor a este mundo.
Acepten el abrazo y beso virtual, que en este DÃa de la Madre, tan especial, cuando la muerte nos amenaza, esta forma de hacerlo es una demostración del cuidado y el gran amor que les tenemos y ustedes madrecitas que están en el cielo, al lado de nuestro Señor Jesucristo y su SantÃsima Madre, reciban como todos los instantes de nuestra vida, los sollozos silentes por vuestra ausencia.
Jorge REINA Noriega
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