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NO ME PRIVES

Pastillita para el Alma 17 – 05 – 2020 Los abrazos, el darse la mano, e inclusive los besos en las mejillas, muchas veces eran formas de comportamiento, que la sociedad y los usos y costumbres nos obligaban a hacerlos, sin que en el sentido estricto de la palabra, sean muestras sinceras de expre

NO ME PRIVES



18/05/20 - 08:03

Pastillita para el Alma 17 – 05 – 2020

Los abrazos, el darse la mano, e inclusive los besos en las mejillas, muchas veces eran formas de comportamiento, que la sociedad y los usos y costumbres nos obligaban a hacerlos, sin que en el sentido estricto de la palabra, sean muestras sinceras de expresión de afectos o cariños, desde luego con muy pocas excepciones.

Después de la pandemia, todo va a cambiar, más exactamente en lo que respecta a nuestras acostumbradas maneras de saludarnos, a la disposición de sentarse en las conferencias, en los espectáculos públicos, en los restaurantes, en los vehículos de transporte, en la formación de los estudiantes en los colegios, de los desfiles escolares y militares. Ya no será, como lo hacíamos antes, cuando éramos colegiales, que estirábamos el brazo para colocarnos detrás de nuestros compañeros.

¿Cómo será para confesarnos? Especialmente para los varones, que lo hacíamos frente a frente y al oído del señor cura, para que nuestros pecados mortales no escuchen las señoras, que a propósito se arrodillaban cerca del confesionario. La Santa Comunión será talvez utilizando un brazo articulado de dos metros de largo y de espaldas al sacerdote, para que no se contagie con nuestro aliento.

En las fiestas, donde los jóvenes íbamos “enternados” y bien olorosos y las señoritas elegantes con vestidos de seda, tafetán u organdí, con perfumes Carolina Herrera, Christian Dior, Chanel, Elena Rubistein y maquillajes especiales que aumentaban su belleza y al son de un bolero tangueado, mejilla contra mejilla, en la mano izquierda con pañuelo blanco, para que no sienta el sudor de las manos temblorosas, cuando uno tenía que declarar su amor y la mano derecha un poquito más abajo de la espalda para que disimuladamente lo acercáramos a nuestro pecho, cuando ya te decía que “sí” y apreciabas, que su codo izquierdo que te separaba, como una muralla, te rodeaba el cuello como chalina y los corazones saltaban como pericos en la jaula de sus pechos. 

Todo esto cambiará después de esta maldita pandemia y en los bailes a la distancia de dos metros, el muchacho enamorado gritará quitándose el barbijo “Oye quellamita ¿Aceptas ser mi enamorada, sí o no?, quizás ella te contestará con un gesto afirmativo de su cabeza, para no quitarse la protección de su boca y nariz o gritará también “Sí” o talvés te dirá: “voy a pensarlo todavía”.

Adiós a los besos enaltecidos, largos y apasionados, aquellos en la portada de tu casa, a la tenue iluminación en las noches de luna, en el zaguán del segundo patio, en los jardines de un Nosocomio, o en el cerro del Colorao o en la cordillera donde nace el afluente del Marañón o mientras pescábamos peces doraditos en la quebrada de Katshurco. Todo esto serán recuerdos inolvidables, que de repente las nuevas generaciones creerán que fueron leyendas o de un vendedor de sueños y de ilusiones.

No deseo ni pensar en que disposiciones darán para las noches de la luna de miel y ojalá que los hijos sigan haciéndose por amor de la pareja y no en los laboratorios o por fecundación artificial. 

Sin embargo, no hay mal que por bien no venga, dice un viejo adagio.
Por eso, dadas las circunstancias de cambios de vida y la presencia permanente de la Muerte artera, te suplico NO ME PRIVES, del único tesoro, que es de mi entera propiedad, que son mis sentimientos que vibran vehementes en mi corazón envejecido y que como homenaje de amor sincero, brindo a mi Familia, a mis amigos, a mis recuerdos y a algunos de mis pocos secretos, que reposan  en un rincón de mi alma.

Ahora, cuando yo tenga que abrazarte, cruzaré los brazos, con la fuerza que aún me queda, por delante de mi pecho y agarrando con las manos mis hombros, mi pensamiento volará hacia a ti y si a eso, tengo la suerte de verte o escucharte, gracias a la magia de la modernidad, regálame una sonrisa o un gesto de aprobación y que tus palabras suenen en mis oídos, como arrullos y caricias para el espíritu y si en verdad, eres el amigo que ayer te conocí, no finjas tu amistad, porque jamás me engañaste y más bien al final de nuestros días, perdona mis faltas, si alguna vez, sin querer te ofendieron y acepta la sinceridad de mis afectos, que lo hago con mi mente en ti y estrechando las dos palmas de mis manos, al frente de mi corazón, corazón que si supo de penas y tristezas, de ofensas mil, pero nunca jamás de envidias, corrupciones ni de iniquidades.

Jorge REINA Noriega
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jorgereinan@gmail.com

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