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¿QUÉ CUÁNTAS NAVIDADES ME FALTAN?

Pastillita para el Alma 18 – 12 – 18 Déjenme ser impertinente y contestar a los hombres: ¡¡¡Que me interesan las que me falta!!! Valen para mí las que he vivido. Una gran verdad y una gran mentira. Que más puede decir un hombre de edad avanzada, que ya vivió bastante y sabe muy bien

¿QUÉ CUÁNTAS NAVIDADES ME FALTAN?



21/12/18 - 05:24

Pastillita para el Alma 18 – 12 – 18

Déjenme ser impertinente  y contestar a los hombres:
¡¡¡Que me interesan las que me falta!!!
Valen para mí las que he vivido.

Una gran verdad y una gran mentira. Que más puede decir un hombre de edad avanzada, que ya vivió bastante y sabe muy bien que el final está próximo. Que puede opinar un mortal que tuvo la suerte de llevar una mochila, sobre sus cansadas espaldas y tuvo la fortuna, que Dios lo bendijo haciendo que su carga, no sea muy pesada.

Indudablemente, la Navidad, es una de las fiestas más importantes en nuestra vida. Todos guardamos recuerdos y añoranzas de estas celebraciones, que han marcado nuestra existencia desde nuestra infancia, de diferente manera.

Talvez para nosotros que procedemos de la región de Amazonas y somos forasteros en diferentes ciudades de nuestro país y aún en el extranjero, hay anécdotas que toman cuerpo y nos vuelven a  nuestro terruño y sin querer, viendo los preparativos en nuestras casas de los arreglos navideños, lleno de coloridos, de cintas coloreadas de fantasía, de estrellitas, lucecitas que se prenden y se apagan, un árbol de tronco, ramas y hojitas de plástico, una musiquita constante, entre que suena y no y encima medio llorona, que se mete por los oídos y lo escuchas casi en todas partes, incluido establecimientos comerciales, centros de trabajo y personajes regordetes, panzones, vestidos de rojo, con sus gorritos, como si el calor que ya se hace sentir no los aburriría. Señoritas guapas, con minifaldas y jovencitos, con jens decolorados rotos, entusiasmados te dicen “Felices Pascuas” y te entregan una propaganda escrita de los artículos que venden.

Que diferencia de las fiestas de Navidad de nuestra tierra. Por lo pronto empieza a mediados del mes de noviembre en determinadas casas donde se reúnen los amigos, me parecen que los viernes por la noche, para cantar villancicos, acompañados de sonajas y panderetas, con acordeón, mandolina y guitarra y, antes, en determinadas casas de abolengo y caché se escuchaba las notas del piano de don Feliz Castro, dl tío don Gilberto Tenorio o don Samuel Rubio.



Las damas muchas sentadas en las sillas de madera o en los sofás alrededor de la sala y en la parte principal el aguinaldo, con su niño Dios, muchos de loza o cerámica fina, muy antiguos que son tradición familiar. Antes acompañaban los villancicos con guitaras de Angelito Valdivia, la virgencita, mandolina de un señor Huamán, violines de don Hernán Arana, Antonio Bobadilla, acordeón de mi compadre Ariel Herrera, el chinche, mi compadre Leonardo Santillán, el crespo; en cambio ahora con el modernismo, me cuentan que el arquitecto Victor Vargas Zubiate, con su teclado hace como si estaría presente una orquesta, pero lo que no reemplazan hasta ahora, son las voces melodiosas de nuestras damas y los vozalones de los caballeros, que medio entusiasmados con el licorcito de leche o las mistelas, se creen nuestro tenor Juan Diego Flores, aunque los medios tímidos, disqué, se sientan en el corredor junto a la sala esperando el tamalito, los dulces, las humitas o el juane con su tacita de aromático café.

Las pastoritas recorrían las calles principales y eran preparadas en determinadas casas, como por ejemplo el grupo de don Emilio Valdez de la Laguna, en una casa que estaba, al otro extremo de la calle donde está el Banco de Crédito en Burgos, que tenía su patio grande y una sala bonita al fondo. De Yance venían de la casa de doña Marcelina Valdez, de Santo Domingo de su casa de doña Mercedes Valdez, en donde muchas veces cuando ya era médico me iba a comer, con mi pachaquito Palito, morcilla y rellena asada en la braza de la tushpa junto con su mote capca y su tacita de café cernido en bolsa, endulzado con chancaca blanca como buen higosurquino, para envidia de mis hermanos pachaquitos el Cabeza y Clavo y el Chalaquito.

Son inolvidables las comparsas de pastoritas que se paseaban por las calles principales con destino a la Catedral, o donde se hacían los rezos. Como olvidarnos de las hermosas niñitas que con sus sombreritos de paja, adornado con cintas de colores, con su faldita de paño de color negro o azul marino, sus blusitas bordadas, con sus chales de seda bordados con flores de diferentes colores, zapatitos sandalias de charol y sus medias cubanas blancas, sus sonajas y panderetas bailaban y cantaban contorneando sus caderas, cuántas de ellas serán abuelitas y de repente en el archivo fotográfico de algunos fotógrafos de esos tiempos, como don Calixto Herrera, don Augusto Jiménez, don Miguel Reyna y últimamente del Ubicho Cabañas deben de tener alguna foto que deberían de estar en un lugar especial de nuestra biblioteca.
En los nacimientos de esos tiempos, no había pinos ni papa Noel, ni Santa Claus.

Estaba el pesebre, con su Virgencita María, cuidando a su niñito Jesús en su cunita de paja, San José, la vaca y el burro, todo estaba en una especie de cerro con musgo y caminitos de arena, con espejitos que parecían pocitos de agua, con ramas de huarango, con sus florecitas amarillas, que le daban un perfume especial, de igual manera wikundos, orquídeas, flores diversas, ovejitas, pastores y una serie de adornos de loza que eran reliquias que se cuidaban prolijamente y solo aparecían en el mes de diciembre.

Célebres los nacimientos de ese entonces de las casas de don José Santos Vigil de la calle de La Merced, de las señoras Natita Gallardo de Aguilar y doña Amelia De la Torre de Luya Urco. De don Calixto Herrera en las 3 Esquinas, en la casa de su papá de Los Herrera, como dice mi comadre Rita Aydée. En todas las iglesias se componían los nacimientos y los especialistas en decorarlos eran mi profesor,  don Erasmo Grandez, mis compadres Luis Herrera Castro y Víctor Molinari. Todas las casas tenían sus nacimientos, chiquitos y grandes, pero el que brillaba en forma muy especial era de la casa del tío Gilberto Tenorio Ruiz, por la belleza del arte en su decoración, así como por todos los objetos antiguos que adornaban su salón principal y muy en especial por la presencia de un hermoso Niño Jesús, una reliquia muy antigua, que lamentablemente ha desaparecido, lo mismo que todo lo que había en esa casa, que por sus obras de arte y su antigüedad, ha debido conservarse como un monumento histórico. Como un punto muy aparte, me cuenta una persona muy allegada, que ya saben dónde se encuentra el Niño y que antes de hacerlo público y evitar el escándalo están esperando que lo devuelvan.

¿Qué cuántas Navidades me faltan? Mis navidades de ahora ya no son como las de antes, ahora hay mucha tecnología que no encaja en mi comportamiento, y que si a eso lo sumamos la premura de las cosas, la agitación de las personas que nos rodean, al margen del amor que nos dan nuestros seres queridos, me hacen sentirme como extraño en la vorágine de emociones que se entremezcla en la alegría de los presentes y allí es cuando aparece, la pregunta absurda de cuántas navidades me faltan, como si eso sería algo que puede conocerse o adivinarse.

La Navidad es el nacimiento del Niño Dios, es la pureza de una mujer admirable llena de virtudes que es escogida para llevar en sus entrañas al Hijo de Dios, es la sumisión por su Fe y su Amor infinito, que acepta se haga la Voluntad en su persona, de nuestro Padre Celestial, es la confianza del esposo en la honestidad y la moralidad de su joven desposada.

Estas enseñanzas son las que no dieron nuestros padres en nuestras casas. Estas son  las que las inculcamos a nuestros hijos y nietos Esta es la humanidad que recibimos de nuestros ancestros, como herencia y que nos encargamos de transmitirla, procurando que nuestra religiosidad, nuestra Fe y nuestros usos y costumbres no se pierdan. Hacemos que los eslabones de solidaridad en nuestra Familia, sean fuertes, que no se pierdan ni deterioren. Compartimos con los que no tienen, lo que tenemos, sin dar, en público, nada de lo que nos sobra, porque eso se entiende como vanidad y no es bueno a los ojos de Dios.

Mis navidades fueron mis lecciones de muchas  experiencias en los tantos años que vivo, en esos años que han marcado para siempre mi vida, en aquellas de mutuas promesas incumplidas, de alegrías inexplicables, de tristezas y penas indestructibles.

¿Qué cuántas navidades me falta? Ya no interesa Señor, lo que falta…, que se haga conmigo Tú Voluntad; dispone mi tiempo como mejor convenga y no midas mis obras por las que hice, porque soy consciente que no pude cumplir a cabalidad lo que me encargaste y me falta mucho todavía por hacer.

Jorge REINA Noriega
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jorgereinan@gmail.com

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