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¿CÓMO ESTÁS?

Pastillita para el Alma 02 – 02 – 19 Luis Efraín, un gran amigo y hermano, como hay pocos, en esta vida, me llama por teléfono y me dice, contéstame con una palabra, una pregunta de dos palabras: ¿CÓMO ESTÁS?, mi respuesta fue: MACHAZO, recordando a mi amigo Palito, pero, según él

¿CÓMO ESTÁS?



04/02/19 - 06:15

Pastillita para el Alma 02 – 02 – 19

Luis Efraín, un gran amigo y hermano, como hay pocos, en esta vida, me llama por teléfono y me dice, contéstame con una palabra, una pregunta de dos palabras: ¿CÓMO ESTÁS?, mi respuesta fue: MACHAZO, recordando a mi amigo Palito, pero, según él, la contestación correcta era EXCELENTE, porque así, es una persona que sobre sale por sus óptimas cualidades y además es también un tratamiento de dignidad. Dándole o no la razón, yo me quedo con la palabra de “Machazo” de mi pachaquito Palito, porque macho, en el término coloquial de nuestros años de colegial, que era el muchacho aguerrido, valiente y trompeador, el más fuerte y aguantador aún en la derrota, desde luego sin apuntar en los animales lo referente al género masculino, que es esbelto, hermoso y dominante y se luce ante las hembras, que se muestran sometidas y que no sucede en el aspecto humano, donde el verdadero sexo fuerte, muchas veces, es el femenino.

Luis Efraín, no es un personaje cualquiera, tiene muchas virtudes y dones que le adornan y su intención, en el verdadero sentido de la palabra, es transmitir y contagiar su optimismo, su seguridad y confianza ante los avatares que se nos presenta en nuestro tránsito innegable al final de nuestro destino.  

En “El Vendedor más grande del Mundo” de Og  Mandino, una de las joyas de la Filosofía del vendedor, publicado en 1968, enseña en 10 manuscritos toda la técnica para triunfar en la vida, teniendo en cuenta que el mundo es un gran mercado y todos tenemos bastante que vender y muchos algo que comprar.

En esta gran universidad de la vida, donde hemos llegado sin nada y sin nada nos vamos a ir y en ese lapso entre el principio y el fin, tenemos que aprender a sobrevivir, sin libros, sin cuadernos, sin computadoras, sin maestros ni catedráticos y tratar de lograr conseguir nuestros éxitos para obtener tranquilidad y comodidad pasajera, gracias a ofertar lo que ofrecemos.

Tenemos que tener paciencia y ser observadores ante las vicisitudes que se nos van a presentar, cuando ya tenemos uso de razón y dejamos de ser, si tenemos suerte, temporalmente dependientes, porque no hay peor castigo de llegar a viejo o imposibilitado y esperar que alguien te alcance un vaso de agua, un pedazo de pan, un plato de caldo e inclusive te ayude a vestir y esperas desesperado la muerte que se resiste a llegar.

Un vendedor tiene que ofertar alegría, contagiar sonrisas. A mí me parece ridículo observar parados en una esquina a jovenzuelos cargando un bebito y extendiendo la mano pedir una caridad. Hay personas que te cuentan sus penas sus sufrimientos, su estrecheces económicas, las dificultades para comprar pañales, leche, útiles escolares y te muestran una lista de materiales que les piden en los centros educativos, esperando que les soluciones sus problemas, por el simple hecho de tenerles compasión, sin embargo, teniendo en cuenta que esto es un sentimiento de pena, de ternura y de identificación con el sufrimiento de alguien, y cuando se trata de personas completamente desconocidas o conocidas a medias, siempre originan dudas, creo, por lo tanto, que se debe ayudar a alguien con alguna minusvalía, personas enfermas o a ancianos en abandono y pobreza.  

Ya hace muchos años, en el hospital donde trabajaba en mis años de juventud, tenía un colega que siempre a la hora del refrigerio me buscaba para contarme sus desconsuelos, que pacientemente escuchaba, hasta que un día fui yo a su oficina y ante su sorpresa le dije, “vengo a que me cuentes tus penas, porque ahora estoy pasando un mal momento, pero escuchando los tuyos los míos, no son nada”. Pienso que fue una medicina eficaz, porque se dio cuenta de que la única mano que en realidad se va a extender para ayudarte es tu propia mano y que el único ser que te va entender en su verdadera acepción, eres tú mismo. 

Creemos que muchos se van a acongojar con nuestras tristezas y es allí cuando cobra valor el comentario de Palito y con su manera de narrar las cosas te dice en un tono de ironía, que verdaderamente te convence que el tiempo de las congojas no es para nuestros días, donde se han perdido, casi totalmente los valores humanos y que los amigos, si es que todavía quedan, viven sus propios problemas y casi ya no existen los que te prestan su hombro para derramar una lágrima o te estrechan en un apretón de brazos que te hacen rechinar los huesos porque el dolor que sientes es el mismo que los llega hasta el alma.

Palito dice: “Hermano pachaquito, la gente ahora se alegra cuando te ve triste, cuando les cuentas que estás enfermo o que te duele algo. De su boca para fuera te dicen, como los de los cuellos blancos del Callao: ¡No te preocupes hermanito, prontito te vas a curar, anda busca a tal médico o si no pásate con tal o cual pomadita o toma tal remedito que a mí me ha hecho mucho bien, porque en un tiempo, igualito que tú he estado!”, sin embargo en cuanto se dan vuelta y se encuentran con el rasca pique o el pisa huevos, ahí mismo comienza el raje y con alegría cuentan, “Bienecho ya le llegó su hora al que llamito, porque ya camina arrastrando sus patas y está flaco y tan flaco y muermo, que ni fuerza tiene cuando te da la mano fría como su pata del muerto y parece que el viento lo va a llevar o será que el sinvergüenza se pone piedras en su saco”, por eso hermano, yo no los doy su gusto, cuando me preguntan ¿cómo estás? les digo “Estoy machazo, lo que se dice machazo” y así y todo, rajan los desgraciaos, porque igualito te devoran con su lengua larga y viperina y dicen a ese maldiciao nada le pasa, seguro que está conchavao con el shapingo y tiene tanta suertesaza el lechero, que sus remedios que le dio don Elías hasta ahora le dura al condenao”.

Tienes razón Luis Efraín, en el mundo tenemos que ser EXCELENTES y optimistas, agradecer a Dios todos los días, por dejarnos ver la luz de un nuevo día, por dejarnos respirar y llenar nuestros pulmones, por sentir las caricias de nuestros seres queridos y darnos la oportunidad de todavía ser útil y no ser carga para nadie.

Aprovechemos el tiempo que nos queda para estar con nuestra familia, jugar con nuestros hijos y con nuestros nietos. Conocer sus entretenimientos y sentirnos unificados con ellos, tanto en sus fracasos como en sus triunfos.

Hacer nuevas amistades en los lugares donde nos encontramos, leer más libros y buscar fotos antiguas que te hagan revivir tus recuerdos y que tu cerebro que da signos de cansancio, vuelva a tener energía, con los momentos tristes y alegres que nos ha tocado vivir.

Encontrar tiempo para tomar una taza de café y sentir el aroma y el olor de la chamiza o de la  leña de tayango que se quema en el fogón de tres piedras calizas que sostienen el cántaro o la ollita de arcilla comprada en Huancas. 

Saluden en la calle a los mayores, no importa que no les contesten, no se imaginan lo bien que los va a caer y lo mal que lo parecerá al que no les atendió.

Sonrían a la vida. Una sonrisa hace más que las palabras dulces que pueden salir de la boca y que muchas veces no se escuchan, pero una cara alegre contagia alegría y da salud.

Aprendan a decir gracias por todo lo que hace la gente en favor de ustedes y aún en contra de uno, total siempre uno no es culpable del mal carácter del otro o del vinagre que toma o el dolor que lleva dentro.

Y como un homenaje a mi padre, don José David Reina Rojas, que también fue el vendedor más grande del Mundo, como en la historia de Og Mandino, termino diciendo como alguna vez me dijo en mis años mozos, “el que llega a tu local comercial, siempre debe comprarte algo, porque todos somos vendedores en esta tierra y el éxito que tengamos económicamente, en cualquier profesión, depende como has ofrecido tus productos y la manera cómo has tratado a los que te buscan, pero sobre todas las cosas, da gracias a Dios por un momento más de vida, entendiendo que EL es el dueño de todas las cosas y es poseedor absoluto de la vida”.

Jorge REINA Noriega
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