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MI PRIMER BESO

Pastillita para el Alma 28 – 04 – 19 Hay cosas tan triviales, que definitivamente, parecen no tener ninguna importancia en esta época de los grandes avatares, de las miles de preocupaciones, de las angustias del tráfico

MI PRIMER BESO



30/04/19 - 04:14

Pastillita para el Alma 28 – 04 – 19

Hay cosas tan triviales, que definitivamente, parecen no tener ninguna importancia en esta época de los grandes avatares, de las miles de preocupaciones, de las angustias del tráfico, la inseguridad ciudadana y el bombardeo a cada instante de noticias de la “denigrada corrupción”, sin embargo, en esas reuniones donde se juntan los “jubilados”, a los que poco y nada nos importa, El Mañana, para decir “hasta luego y gracias” por habernos concedido el privilegio de ser huéspedes especiales en este hotelucho de la vida, donde vamos residiendo, por encima de los que la mayoría de los seres humanos ya se cansaron de saborear la alegría de vivir, nosotros los jubilados, haciendo honor al “júbilo”, de donde deriva la palabrita “Jubilación” y de ser hijos reconocidos de la Patria, porque nos pagan sin trabajar, y aunque el sueldo ya no es tan grande, nos damos las mañas para vivir felices, lo poco que nos queda, recordando y añorando nuestros recuerdos.

Lorenzo, un muchachón de 83 años, conversador y muy ameno, según él, amigo íntimo de un famoso premio Nobel, siempre tiene motivos suficientes para iniciar una conversación con la mayoría de anécdotas, de su niñez provinciana, su llegada a la gran ciudad, de sus cientos de conquistas y de las que hasta ahora consigue, cuando muestra su billetera boyante de euros y pasea su figura atlética de 1 metro 80 en un auto último modelo.

No pasa desapercibido, un oficial de alta graduación, de nuestro glorioso ejército, que saboreando un vaso de wiski etiqueta azul, como Toledo, dice en forma socarrona: “Nosotros los militares, somos los hombres que no tenemos tiempo y en el cuartel, no hacemos nada de nada”, pero entre vaso y vaso, se quiebra su voz, cuando habla de las intervenciones en las guerrillas o defendiendo nuestra frontera, en condiciones desfavorables sin buen armamento, ni vestimenta y donde nuestros soldados y policías marcaron los límites del honor y la decencia, con el color rojo de su sangre, muchas veces anémica, por la falta de una buena alimentación, fruto de la corrupción.

Mario, piloto internacional, casado dos veces, nacionalizado en un país del primer mundo, hace brillar sus ojos y mentalmente, se sienta frente a sus equipos en los aviones cuatrimotores, potentes y maravillosos para esa época y mira en la bruma de los vapores de la sauna y con un suspiro manifiesta: “era mucho más fácil pilotear por la noche, porque por más que en el cielo hay vías para los que van en los 4 puntos cardinales, ver las luces de las naves siempre es una garantía, ayer era difícil para subir y bajar, ahora se levantan un 747, mucho más fácil, porque solo tienen que programar en la computadora, de donde salen y a donde van”.

Las anécdotas van y vienen y entre chascarro y chascarro, cuando ya la mesa empieza a ponerse melancólica, salta la voz varonil, que escuchando en silencio y entre sorbo y sorbo, dice con voz fuerte: “ya viejos maricones, déjense de ponerse tristes y cuenten de las hembritas que se levantaron o de aquella a quien le dieron su primer beso”

Un gringo grandazo, como un pino, interviene, con voz acaramelada: “Dame un besito y yo cuento primero”.

Nueva explosión de carcajadas y risotadas y palabras de grueso calibre, con recuerdo a las madres de sus progenitoras y palabrotas que no figuran en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.

Por allí apareció don Artemio, un viejo, más viejo de verdad, con bigote blanco, que a cada momento lo retuerce, habla con elegancia, a la vez que aspira su pipa y perfuma el ambiente, con aroma de chocolate y carraspea para aclarar su voz, fuerte y varonil y con voz solemne dice: “Vaya muchachos, que fueron y les encanta hablar de sus alcances y triunfos, en su vida profesional, lo cual es justo y razonable, sin embargo para los que hemos recorrido el camino verde de la vida, lleno de esperanzas e ilusiones y muchas veces, de color oscuro, como la noche, sembrado de piedras, espinas y escollos, en los cuales, los sobrevivientes, ahora, nos reímos, porque jamás dejamos que nos hicieran mella o turben nuestra paz inquebrantable, hay cosas que parecen tan intrascendentales, minucias al parecer sin importancia, que en algunos sujetos, como yo, merecen especial atención y cobran vital importancia en este último tramo de mi existencia". 

Hizo dos bocanadas largas, saboreo el humo y con la mirada dirigida a algún lugar remoto de sus pensamientos, continuo, con voz suave y aterciopelada, “Soy provinciano como la mayoría de ustedes, vengo de algún lugar del Perú profundo, que no interesa mencionar, porque de ese pueblito donde yo nací y es el motivo de esta pequeña reseña, solo quedan recuerdos, en los pocos que todavía estamos como parias en la gran ciudad. Parece ayer lo que les voy a contar y a muchos de ustedes, les va a fastidiar o les va a incomodar, pero el derecho del pelo blanco que me corona las sienes, los mostachos que muestro y el respeto de ustedes al amigo viejo, me da valentía para confesar, lo que siendo una tontería para muchos, es un recuerdo inolvidable para dos viejos, por encima de los 90 años, que se encontraron por esos caprichos de la vida y ante el asombro de verse después de tantos años, por así decir casi 8 décadas o más, vino a mi mente, con el impacto del flash que sorprende tus pupilas entre abiertas en la sombra del pasado, la imagen de la niña en sus trece abriles, que asomaba a la pubertad, con la inocencia de una adolescente de la alta sociedad, criada en una casa señorial, con pilares de cedro, en una casa solariega y perfumada con claveles y rosales, con un corredor que circundaba un patio grande y un pasadizo semioscuro, que daba al segundo patio, nuestro encuentro fortuito, el mirarnos en silencio y sin decir una palabra, ni pronunciar un juramento, acercar nuestros labios para hacer el milagro del primer beso. Nunca más hubo algo parecido. Caminamos por diferentes senderos. Miles de cosas me han sucedido, El tiempo y la distancia nos separó. No volvimos hablarnos ni vernos. Sin embargo aquella chiquilla, a quien robé el primer beso, jamás se apartó de mi mente y en aquellas noches, en que el sueño no llega, pensaba en ella y me preguntaba que habrá sido de su vida, hasta que un día, no hace mucho tiempo, encontré intempestivamente al cruzar una calle, a una dama elegantemente vestida, en compañía de un joven y con una voz, que no olvidé jamás, me dijo: ¡Hola Artemio!, inmediatamente la reconocí. Era ella, el tiempo, como en todos, había dejado marcas en su piel, más no en la dulzura de su voz ni en la ternura de su mirada. Pasada la sorpresa, la sonreí, me quité el sombrero, quise darle un abrazo, me extendió su mano y queriendo disimular mi estupor la pregunté ¿Tu nieto? No, me dijo, con voz temblorosa, es nieto de mi hermana. Yo no me casé y mis labios nunca jamás volvieron a ser tocados y con una sonrisa muy inteligente, me aclaró, salvo algunas veces, por el dentista. Solo atiné a decir “Perdóname” y acercándome a sus oídos “Eres el único amor de mi vida” y recibí como respuesta: “También tú”, con su mano temblorosa volvió a tratar de embocar la pipa, por sus mejillas rodaron dos lágrimas que se perdieron en el surco de sus arrugas, veía sin mirar y respiraba entrecortadamente.

Todos lo escuchábamos con diferente atención y en esa pausa que a veces anuncia la tormenta, de repente violentamente golpeó la mesa y con la cara enrojecida, tirando la pipa de nácar con boquilla de oro, balbuceó entre sollozos un nombre, que no entendimos y cayó muerto agarrándose el pecho, al lado del corazón, como queriendo arrancárselo.

Todos mudos y consternados…, traté de devolverlo a la vida, sin resultados…

Un hombre viejo se fue, no es ninguna novedad. Para muchos es lo normal, en el ciclo biológico del ser humano, para los pocos que entendemos el verdadero significado de ese sentimiento que se llama Amor, escaso hoy en día y un lujo en estos tiempos, si tiene mucho valor y es más grande su riqueza, como el de aquella dama, que supo guardar el néctar de un beso, que no se borró jamás y no del infeliz que besó mil bocas y no fue capaz de conservar y valorar ese compromiso de honor en el lenguaje real de dos almas que se unen con la fuerza del espíritu y no con el deseo de la carne.

Para el común de la gente, 
Cosas frívolas que no se entiende
Para los asuntos y emociones del corazón
Pruebas importantes, con infinita razón.

Jorge REINA Noriega
*AYÚDAME A AYUDAR*
jorgereinan@gmail.com

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