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LAS VACAS DEL REY

Pastillita para el Alma 30 – 04 – 19 El tiempo pasa inmisericorde. Los días se acaban rápido, los meses vuelan y los años se amontonan, sin embargo hay hechos y circunstancias, que con diferentes personajes y casi en los mismos lugares

LAS VACAS DEL REY



02/05/19 - 06:00

Pastillita para el Alma 30 – 04 – 19

El tiempo pasa inmisericorde. Los días se acaban rápido, los meses vuelan y los años se amontonan, sin embargo hay hechos y circunstancias, que con diferentes personajes y casi en los mismos lugares, se repiten y algunas de ellas gracias a la voluntad y querencia a nuestro terruño, de personas pegadas a nuestra tradición, hacen que no desaparezcan, tal es el caso de las novenas, las velaciones, procesiones, los velorios, la forma de enterrar a nuestros muertos cavando huecos en la tierra y muchas cosas más, que si bien en la capital de nuestra región van cambiando, todavía en el interior de nuestra tierra se mantienen y el tiempo no ha podido modificar totalmente.

Escuchando a mi hermano, por Radio Reina de la Selva, me entero la protesta de un ingeniero agrónomo encargado de la conservación de los jardines, que ahora es un gran problema en la plaza de armas remozada de la Fidelísima, la presencia de perros “vagos”, que esconden sus huesos, orinan y hacen sus deyecciones y que inclusive, la presencia de valentones madrugadores, que van a realizar ejercicios y pasear a sus canes y cuando los empleados que cuidan los jardines, les llaman la atención, se enojan y altaneramente, responden “cuida tú, pues que para eso te pagan”. ¡Qué felicidad de estos señoritos que no conocen el sufrimiento de los pobres, ni respetan a los que cumplen con su trabajo y obedecen órdenes!

Sin embargo, poniendo un poco de chancaca para endulzar mi café amargo, cernido en bolsa, servido en pate y revuelto con cuchara de palo, deseo regresar a esa época de gloria del Chachapoyas orgullosa, de grandes apellidos, personajes de alcurnia, con grandes abolengos, donde los poderosos, eran señores respetables, con saco y corbata, sombrero y chaleco y las matronas, damas finas y educadas, que andaban con su “upa” que los llevaba las canastas, los reclinatorios y sus hijos, lejos de querer ser diferentes, nos quitábamos los “chuzos hechos por el mestro Carrión” y a veces nos sentíamos premiados si una “nigua” nos hacía el favor de elegirnos y entraba en nuestro pie y las enseñábamos, como trofeo de guerra, al igual si por ahí éramos huéspedes de piojos fornidos en nuestra frondosa cabellera hasta que los descubría los peluqueros y recomendaban discretamente a nuestros padres, que usen peines de cacho para alisarnos el cabello y peinarnos con romeo para disimular las “chias”. Bueno eso era con los varones, en cambio nuestras niñas, eran muñecas que parecían de loza, elegantemente vestidas con sedas y tafetanes y cabelleras con peinetas, lazos y rulos y olor a deliciosos perfumes.

La plaza de armas era el lugar de reunión, casi de todos los días por la noche, para dar vueltas alrededor, chismear y lugar de las miradas furtivas de pequeños amoríos, mucho antes escuchar las retretas en el quiosco y en otro tiempo después pasear con la música del Cine Central de la familia, escuchando los boleros de Los Panchos, Los Tres Diamantes, Lucho Gatica, los mambos de Pérez Prado o los valses de Los Chamas, Los Embajadores Criollos, o los huaynos de Luis Abanto Morales, la Pastorita Huaracina, Jesús Vásquez y últimamente a  Maritza Rodriguez, con “Dicen que las despedidas son muy tristes”, hasta que Amanecer Andino a las 9 en punto de la noche anunciaba el inicio de la película y todo el mundo retornaba a sus hogares.

La plaza quedaba “chunlla” y después de las 11 de la noche empezaban a hacer su entrada triunfal las vacas del rey, y no de aquellas junto a su casa con sus terneritas y uno que otro becerro, sino de los que venían de Tasia y de Murcia, que ayunando todo el día, venían a saborear la grama bien cuidada de nuestra plaza de armas y depositar el fruto de su digestión, que a diferencia de los chanchos que se animaban a subir del huayco, ahora el jirón Libertad, no servía como abono para los lindos jardines y eran  contaminantes de enfermedades como ahora también de los perros.

Cuando el rey, un señor muy respetable, había sembrado con trigo y cebada, casi todas las pampas de lo que ahora es una urbanización muy concurrida camino al viejo aeropuerto del Tapial y vanidoso miraba, con un potente catalejo, que más parecía un telescopio del segundo piso de su casa, para ver como florecía la futura materia prima para los Molinos Santa Rosa y hacer quebrar a los Nicolini, comprobó que su ingeniero Piérola, igual al búfalo Pacheco, no había hecho un buen “estudio de suelos” y lo echó la culpa a los licks licks, que comieron la semilla y al ganado que malogró los sembríos. Se rascaba la cabeza y alegraba cuando a los caballos, mulos y burros, que en la noche habían bajado a la plaza de armas, los metían al canchón, donde ahora es el teatro Feliz Castro Chávez y los dueños tenían que pagar una multa. Se deleitaba y decía “bienechito que ahora los caiga la quincha a esos malditos que han malogrado mis sembríos de trigo y cebada”, más no así, cuando descubría que eran sus vacas y terneros, que no eran Brown Swis, Holstein, ni tampoco Cebú, sino de Yurumarca sin raza ni peligre. 

La familia del respetable hermano rey, saben que lo admiro y respeto y solo deseo sacarle una sonrisa a un respetable obrero de nuestro Taller, que ahora nos mira, desde el Oriente Eterno al lado de Dios y que cuando estuvo en la tierra, ocupando el cargo de tesorero y junto con otros hermanos, ha legado para la posteridad nuestro templo que alumbra con la Luz del entendimiento y la verdad a todo nuestro Amazonas y es un monumento a la libertad, a la humildad, a la fraternidad y al bien de la comunidad.

Antes de las redes sociales, en nuestra fidelísima ciudad, cuando era más chica,  más unida y decente, cuando el alcalde y los regidores eran nombradas como personas honorables y no elegidas por voto popular, se acostumbraba “LOS BANDOS MUNICIPALES”, donde un funcionario de la ciudad, con vestido negro y con un grupo de músicos, se paraba en las esquinas principales de la ciudad y leía los mandatos y ordenanzas y los ciudadanos, teníamos la obligación de obedecer y cumplir.

Pienso que se debe multar a los dueños de los perros y en el caso de los abandonados, guardarlos en un lugar especial y en un tiempo prudencial, entregarlo a la universidad para las prácticas de cirugía de los estudiantes de Medicina, o entregar a los zoológicos, donde sirven para alimentación de los animales carnívoros en reclusión. Seguramente que las organizaciones de defensa de los animales y las ONG van a alzar su protesta, tal vez con mucha razón, pero se debe tener en cuenta que estos animales no bien alimentados, no cuidados adecuadamente, contagian al ser humano enfermedades muchas de las cuales les pueden causar la muerte y también sufren y es una crueldad, ser indiferentes sin proponer soluciones dignas en beneficio de todos.

Al margen de comentarios buenos o malos, que puede despertar este mensaje, lo que debemos buscar son remedios, cuidando la salud de nuestros pobladores, embellecer nuestro ornato y hacer de nuestra tierra la joya más hermosa de nuestro amado Perú.

Jorge REINA Noriega
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jorgereinan@gmail.com

 

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