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EL PODER DEL SILENCIO

Pastillita para el Alma 25 – 06 – 19 Cuantas veces el silencio grita más fuerte que las palabras, cuando quieren decirte verdades ocultas, que el miedo o la vergüenza te atemorizan expresarlas.

EL PODER DEL SILENCIO



27/06/19 - 03:55

Pastillita para el Alma 25 – 06 – 19

Cuantas veces el silencio grita más fuerte que las palabras, cuando quieren decirte verdades ocultas, que el miedo o la vergüenza te atemorizan expresarlas.
Infinidad de veces hemos sentido el rechazo a nuestras cuitas en el  brillo de los ojos, de esa persona que de tanto llorar, ya no llora.

Un solo gesto, un rictus facial, un mohín, casi inadvertido dicen más que mil palabras y la petulancia del que las contempla, rueda en el fango del desprecio. 
A veces, no hay ni una frase, ninguna idea que se exteriorice, pero la luz invisible, que como saetas o flechas incendiarias, disparan  ojos que te reprochan, te sucumben de terror.

Sin palabras, cejas que se encorvan, atisbos de reojo, expresan irónicamente desgano y desaprobación. 

Es justo y necesario el silencio en los seres que meditan en la grandeza de la creación, silencio igual a tumbas que guardan seres vivientes, como el  de los Esenios en sus monasterios de descanso, que oraban a Dios, dando gracias por ser como los árboles, con raíces que se alimentan de las purezas del suelo y el agua de la madre tierra, que nutre un tronco grueso y fornido que los eleva con sus ramas hasta el cielo, para recibir la luz en sus follajes y devolverlos con los frutos que producen.

El silencio te ayuda a pedir perdón por ese pecado difícil, que no pueden pronunciar tus labios, porque su grito parecería un trueno desgarrador en las paredes de madera del confesionario y  ni por mucho fuese la piedad del clérigo, no habría penitencia que te absolviera y no porque tus pecados hayan producido daño o muerte, sino fue vergonzante tu cobardía, por no reclamar ante la injusticia, que sufren los oprimidos, por el abuso de los poderosos.

Pero, así como el silencio, a veces expresa cosas negativas, la más de las veces, nos habla con el sonido del corazón, corazón que siente y se estremece, se acelera y te golpea el pecho, parecida a una avecilla rebelde, como queriendo salir, de su jaula que la mantiene prisionera.

Ayer un sueño, ahora una realidad, realidad en el misticismo, sin el sonido de una frase, que puede decir poco o puede decir mucho. 
Solo tú y tu respirar, solo con el ruido rítmico del tic tac de tu corazón. 

No es una frase que engaña o es el lenguaje que expresa y no sabe de sentimientos o de conmiseración.

El silencio, es el cómplice de las almas enamoradas, que sin pronunciar una palabra, sin mostrar una caricia, sin decir un juramento, sin un suspiro, es un deleite para las almas, que comulgan en la hostia sacrosanta del amor, que los envuelve en los lazos invisibles de la ternura y la pasión. 
El silencio es el idioma elocuente y sabio de los espíritus nobles, el que a veces esconde misterios, secretos o pasiones ocultas en los rincones de alientos atormentados o de gozos indescriptibles.

Ausencia de bulla, de sonido, de ruidos, de voces, de melodía, de quejidos, de ayes que espantan, de dichas no apetecidas, de oídos que no saben de perturbaciones, ni de mentes con el compromiso de una respuesta.

El silencio es la fiesta bulliciosa de la soledad.
El himno de algarabía, que se evangeliza en el diálogo poético de alabanza, de gratitud a nuestro Creador, en que las palabras, convertidas en plegarias, son incapaces de expresar.

El silencio es la paz eterna de los cementerios, cuando el velo de la noche, cubre por completo, con su manto de soledad, las huellas de los pasos y el ruido de los hombres que disimulan sus miserias y sus alegrías engañosas,  en el perfume de las flores o de los Padre Nuestros y Ave Marías, que brotan de sus labios, pidiendo misericordia a los muertos, que no escuchan, de lo que, no pudieron cumplir, mientras ellos vivían.

Jorge REINA Noriega
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